En el corazón del caos haitiano se vive la silenciosa y terrible crisis de niños en Haití. Miles de pequeños tienen sus vidas atrapadas entre dos fuegos: la violencia brutal de las pandillas y el abandono de un Estado que no existe.
Para ellos, cada día es una lucha por sobrevivir. El sonido de los disparos es la banda sonora de su infancia y la calle, controlada por bandas armadas, es el único espacio que les queda, un lugar donde no pueden jugar ni soñar.
Muchos de estos niños son reclutados a la fuerza por las pandillas, que les ofrecen comida o protección a cambio de lealtad. Se convierten en soldados de una guerra que no entienden, perdiendo su inocencia para siempre.
Ir a la escuela es un lujo imposible para la mayoría, ya que los centros educativos están cerrados o son demasiado peligrosos. Crece así una generación perdida, sin acceso a la educación y con un futuro completamente incierto.
El hambre es otro enemigo constante que los acecha. La violencia ha paralizado la economía y el acceso a los alimentos es cada vez más difícil, dejando a los más pequeños en una situación de vulnerabilidad extrema.
La comunidad internacional observa con preocupación, pero la ayuda no llega de forma efectiva. Mientras tanto, estos niños siguen atrapados, esperando que el mundo escuche su grito silencioso de auxilio.
