La cultura dominicana está de luto por la noticia de que muere Franklin Domínguez, el gran patriarca de nuestro teatro. El maestro falleció a la edad de 94 años, dejando un legado artístico que perdurará por siempre.
Don Franklin fue mucho más que un dramaturgo; fue un actor, director y un formador de generaciones enteras de artistas. Su nombre es sinónimo de teatro en la República Dominicana y su obra es parte esencial de nuestra identidad.
Durante más de siete décadas, dedicó su vida a las tablas, escribiendo cientos de obras que retrataron la realidad y el alma del pueblo dominicano. Su pluma fue a la vez crítica, poética y profundamente humana.
Quienes lo conocieron lo recuerdan no solo por su genio creativo, sino también por su generosidad y su compromiso inquebrantable con el arte. Siempre tuvo una mano amiga y un consejo sabio para los jóvenes que empezaban.
Su partida deja un vacío imposible de llenar en el escenario nacional. Se apaga un faro que iluminó el camino de la cultura dominicana, pero su obra queda como una luz eterna que seguirá guiando a futuros artistas.
El país despide a uno de sus hijos más ilustres. El telón ha caído para el gran maestro, pero sus personajes, sus historias y su amor por el teatro vivirán para siempre en el corazón de su pueblo.
