Tener la carta de un subsidio Techo Digno en la mano debería ser una alegría, pero para una familia en el barrio 27 de Febrero, solo ha sido el inicio de una larga espera. A pesar de tener la aprobación, su realidad diaria sigue siendo de una miseria extrema.
Imagínate vivir en una casita de zinc y madera vieja, que apenas se sostiene en pie y se inunda con cualquier aguacero. Así es el día a día para esta familia, donde la promesa de una vivienda segura parece un sueño lejano.
La ironía es que fueron beneficiados por el Plan Nacional de Vivienda Familia Feliz, un programa destinado a cambiar vidas. Sin embargo, el papel que certifica su ayuda no se ha traducido todavía en ladrillos y cemento.
Dentro de la vivienda, la situación es desoladora: pisos de tierra, camas en mal estado y un espacio que no ofrece ninguna seguridad. Cada día que pasa, la esperanza se mezcla con la desesperación de no ver avances reales en su caso.
Esta familia hace un llamado directo a las autoridades para que su caso no quede en el olvido. No piden nada regalado, solo que se materialice la ayuda que el propio gobierno ya les aprobó para poder vivir dignamente.
Su historia es un reflejo de la burocracia que a veces frena las buenas intenciones. Son el rostro humano detrás de un expediente que espera una firma para que la ayuda prometida finalmente se convierta en un hogar.
