La joven víctima de abuso en Villa González está viviendo un segundo calvario. Después de sobrevivir a la agresión, ahora tiene que enfrentar la discriminación y el señalamiento de parte de su propia comunidad.
Su drama es doble: primero, el trauma imborrable de la violencia que sufrió. Y ahora, el dolor de ser rechazada y juzgada por la misma gente que debería estar apoyándola en su proceso de sanación.
La joven narra cómo algunas personas la evitan, murmuran a sus espaldas o incluso la culpan por lo que le pasó. Es una cruel revictimización que le hace más difícil superar el terrible suceso que marcó su vida.
Este caso saca a la luz una de las realidades más oscuras y silenciosas que enfrentan las víctimas. La falta de empatía y la ignorancia de la sociedad a menudo se convierten en un segundo agresor.
Ella no pide nada extraordinario, solo exige respeto y empatía. Su valiente denuncia no solo busca justicia contra su agresor, sino también contra el estigma que la persigue y que la hiere cada día.
Su historia es un llamado de atención a toda la sociedad. Es un recordatorio de que a las víctimas de abuso no se les juzga, se les cree, se les apoya y se les acompaña en su largo y difícil camino hacia la recuperación.